21 septiembre 2006

¡QUE TE MUERES!

Supón que, por extraño que pueda parecer, te dicen que mañana vas a dejar de existir. Que te mueres. Se acabó. ¡QUE TE MUERES! Te quedan veinticuatro horas por delante para que se marche el tren. ¿Qué haces?

La cuestión es muy difícil pués el futuro es algo incierto y efímero. Tendemos a creer que ese punto final estará lejos. Tampoco es menos cierto que esa despedida será de forma accidental, por una enfermedad, más o menos larga, o ya en la vejez por agotamiento de las pilas.

El accidente es algo que siempre está ahí, pero, por un mecanismo de defensa natural, no podemos estar pensando continuamente en no hacer tal o cual cosa por lo que nos pueda pasar. No puedes estarte despidiendo todos los días aún cuando sabes que cualquiera puede ser el último.

La enfermedad permite la despedida, según lo afectado que se esté. Al principio puede que pienses que te vas a curar o que habrá un tratamiento de última generación o un 'yo qué se que', por no citar el tan recurrido 'milagro'. Lo que pasa es que si avanza, las posibilidades de un adiós abierto, sincero y digno se esfuman y ya en el agonizar sólo queda, como diría Gila, el: ¡HOSTIAS QUE ME MUERO!

La vejez ya va permitiendo el irse despidiendo poco a poco, lo malo es que si no te das cuenta a tiempo puede que algunos de los que te rodean se mueran antes de que abras la boca. Claro que esto es en el caso de una vejez lúcida. Lo que da seguridad es que a esas alturas ya sabes que lo que diga una cabeza plateada va a ser escuchado con más atención. Puedes dar 'recetas', hablar con mayor (o absoluta) sinceridad y se hacen las cosas siendo consciente deque el futuro ya va siendo muy corto. Eso sí, al igual que pasa en la infancia, se es muy vulnerable y la necesidad de los demás crece.

Lo que yo planteo es un ejercicio circense, algo inmediato, con un tiempo muy limitado. No te puedes despedir cada día de un amigo, ni hacer cada día algo que deseabas. Sólo tienes veinticuatro horas. ¿Qué haces?