11 abril 2023

CONCHA ESPINA

         1869 - 1955.  Nace en Santander. A caballo entre las Generaciones del 98 y del 27. Retrata la vida de la mujer de la época, pero sin cuestionarse los valores tradicionales. Su primer éxito “La niña de Luzmela” (1909), analizará la psicología femenina. En “La esfinge maragata” (1914), narra la vida desgraciada de una mujer que se casa en contra de su voluntad. Fue una mente preclara de la literatura de principios del siglo XX y una agitadora cultural.

“Altar Mayor”, Premio Nacional de Literatura en 1927. En la Asturias profunda, Teresina y Javier están enamorados, pero la madre de éste tratará de casarle con Leonor, una joven de un alto nivel.

En 1926 (por un voto, ganó Grazia Deledda), es nominada para el Premio Nobel de Literatura y  lo vuelve a ser hasta en ocho ocasiones más (1927, 1928, 1929, 1930, 1931, 1932, 1952 y 1954) por 29 nominadores. En 1952 lo hacen Jacinto Benavente (PNL en 1922), Gerardo Diego y José María Pemán. Dos veces es candidata a la RAE (¿pesaría el ser mujer para que no entrara?). En 1948 se le concede la Gran Cruz de Alfonso X “El Sabio”. Y en 1950, la Medalla al Merito en el Trabajo.

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EL RECUERDO

AVANZA el Minerva estruendoso y jadeante, mojado por la lluvia, envuelto en el hálito frío de los montes. Ha dejado atrás Cangas de Onís, el antiguo campo de la Jura, hoy convertido en tierra de maíces; el perfil indómito de don Opas, siempre atormentado en su castigo de piedra al borde alegre de la ruta. Y sube hacia la Peña de Belay, donde está la Casa de Santa María, “solar de los Reyes de España y origen de todos los señoríos y mayorazgos españoles”.

En el fondo del carruaje trasueña Javier de la Escosura perezoso y entumecido, abandonándose a la incómoda realidad con cierta filosofía.

Es el viajero un hombre apacible, algo melancólico, gran vividor, no obstante que goza los privilegios de la fortuna sin violentar las situaciones.

Ha emprendido a deshora esta caminata desde Santander, llamado por su madre con impaciencia. Y aunque no se trata, en suma, de ningún caso urgente, quiere demostrar su galantería acudiendo presuroso al requerimiento.

Acaso en el arraigo de esta solicitud esconde el mozo la conveniencia de obedecer repentinamente. Si aguarda, si medita, es muy posible que doña Eulalia Ponte, viuda de Escosura, necesite seguir escribiendo apremiadoras misivas a su hijo y enviándole telegramas de protesta. Con la súbita determinación del viajero va a tener la dama una alegría muy grande.

Al pensarlo así, Javier sonríe en un gesto condescendiente, como si tratara de satisfacer el antojo de una niña. ¡Es su madre caprichosa y tenaz de veras!

Pero aunque no son estas meditaciones muy gratas para el mozo, las prefiere a otras que se le insinuaban en el camino, inquietantes y acerbas.

Venía recordando, a pesar suyo, la última temporada que pasó en Asturias, hacía cuatro años, en casa de unos parientes, allí mismo, casi a los pies del Monte de la Virgen.

Convalecía él de una dolencia larga: unas fiebres pertinaces y depresivas que le extenuaron mucho, y la madre le preparó un benéfico alojamiento cerca de una prima suya, residente en el valle de Covadonga.

Era lejano el parentesco de doña Eulalia con aquella señora pueblerina; pero las relaciones de la niñez guardaron una comunicación afectuosa entre la de Escosura y doña Camila, que, viuda de un coronel, arruinada y cobarde, se había retirado a un pueblecillo donde conservaba el único resto de su patrimonio: una casa, una huerta, un jardín, algunas mieses y praderías estrechadas por la hoz.

Tenía la dama dos nenas y un solo hermano, militar como su padre. Y de la milicia le vino la pobreza a esta ilustre rama de los Pontes.

Aquel padre soldado, siempre viajero a distancia de la región, se casó en...

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AGATHA CHRISTIE

         1890 - 1976. De origen inglés. Se dio a conocer en 1920 con “El misterioso caso de Styles”, escrito mientras trabajaba como enfermera durante la I Guerra Mundial. Es la novelista que más obras ha vendido, solo por detrás de Shakespeare y la Biblia. Es la más traducida, más de 103 idiomas.​ En 2013, su obra “El asesinato de Roger Ackroyd” fue elegida la mejor novela de crimen de todos los tiempos. Su mayor éxito teatral, “La ratonera” (1952), treinta años en cartel, (Teatro St. Martin de West End), 12.483 escenificaciones y vista por más de cinco millones de personas.

“Asesinato en el Orient Express” es uno de sus clásicos. Publicado por el Collins Crime Club el 1 de enero de 1934. Incorpora un elemento novedoso, el del asesinato cometido en una habitación cerrada por dentro. Magistral la tensión narrativa, manteniendo el interés desde la primera hasta la última página.

Fue nombrada Comendadora de la Orden del Imperio Británico en 1956, y Dama del Imperio Británico en 1971. Su mayor premio, su éxito.

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Capítulo 1

Un importante pasajero en el Taurus Express

Eran las cinco de una madrugada de invierno en Siria. Junto al andén de Alepo estaba detenido el tren que las guías de ferrocarriles designan con el nombre de Taurus Express. Estaba formado por un coche con cocina comedor, un coche cama y dos coches corrientes.

Junto al estribo del coche cama se encontraba un joven teniente francés, de resplandeciente uniforme, conversando con un hombrecillo embozado hasta las orejas, del que solo podían verse la punta de la nariz y las dos guías de un enhiesto bigote.

Hacía un frío intensísimo, y aquella misión de despedir a un distinguido forastero no era cosa de envidiar, pero el teniente Dubosc la cumplía como un valiente. No cesaban de salir de sus labios frases corteses en el más pulido francés. Y no es que estuviese completamente al corriente de los motivos del viaje de aquel personaje. Había habido rumores, naturalmente, como siempre los hay en tales casos. El humor del general —de su general— había ido empeorando. Y luego había llegado aquel belga, procedente de Inglaterra, al parecer. Durante una semana reinó una extraña actividad. Y luego sucedieron ciertas cosas. Un distinguido oficial se había suicidado, otro había dimitido; rostros ensombrecidos habían perdido repentinamente su expresión de ansiedad; ciertas precauciones militares habían cesado. Y el general —el general del propio teniente Dubosc— había parecido de pronto diez años más joven.

Dubosc se había enterado de parte de una conversación entre su jefe y el forastero.

—Nos ha salvado usted, mon cher —dijo el general, emocionado, temblándole al hablar el blanco bigote—. Ha salvado usted el honor del Ejército francés. ¡Ha evitado usted mucho derramamiento de sangre! ¿Cómo agradecerle el haber accedido a mi petición? El haber venido desde tan lejos...

A lo cual el forastero —por nombre monsieur Hércules Poirot— había contestado afectuosamente, incluyendo la frase: «¿Cómo olvidar que en cierta ocasión me salvó usted la vida?». Y entonces el general había replicado rechazando todo mérito por aquel pasado servicio, y tras mencionar nuevamente a Francia y Bélgica, y el honor y la gloria de tales países, se habían abrazado calurosamente, dando por terminada la conversación. En cuanto a lo ocurrido, el teniente Dubosc estaba todavía a oscuras, pero le habían comisionado para despedir a monsieur Poirot al pie del Taurus Express, y allí estaba cumpliéndolo con todo el celo y ardor propios de un joven oficial que tiene una prometedora carrera en perspectiva.

—Hoy es domingo —dijo el teniente—. Mañana, lunes, por la tarde, estará...

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CARMEN DE BURGOS

  1867 - 1932. Maestra. Implicada en la causa republicana, lucha por los derechos de las mujeres y los niños, la oposición a la pena de muerte, el divorcio y el sufragio universal. Esta lucha se ve materializada en 1920 con la creación de la Cruzada de las Mujeres Españolas. Fue miembro activo de la Asociación de la Prensa y del Ateneo. Entre sus ensayos prácticos de temática social y mujer, destacan: “El arte de ser mujer” (1922) o “La mujer moderna y sus derechos” (1927).

“Puñal de claveles” constituye una visión dramática y poética basada en la realidad, al igual que hará posteriormente Lorca (contertulio suyo) en Bodas de Sangre. Utiliza símbolos literarios que parten de la naturaleza y remarca una problemática psicológica que envuelve a los personajes: la frustración.

No se le concedió ningún premio importante, pero desde hace veintisiete años la Asociación de Estudios Históricos sobre la Mujer de la Universidad de Málaga, convoca el PREMIO DE DIVULGACIÓN FEMINISTA CARMEN DE BURGOS.

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I La primera amonestación

        La tarde, de primavera, estaba llena de promesas de fecundidad. El campo ofrecía ya la plenitud de la cosecha con las mieses que comenzaban a enrubiar y mecían las espigas de granos hinchados y lucientes.

Un intenso olor a día de primavera lo envolvía todo de un modo penetrante.

Después de los días grises del invierno reseco, árido y triste, se dejaba sentir con más fuerza al despertar de la Naturaleza en pleno campo, como si se escuchasen las pulsaciones de un corazón que cobraba nueva vida con la circulación de la savia que lo reanimaba todo.

Pura apareció en la puerta del solitario cortijo, puso la mano derecha como toldo a los ojos y tendió la vista a lo largo del camino, que se extendía zigzagueando entre los declives de las montañas.

Se veía avanzar por él una burra cargada con capachos, sobre los que iba colocada una arqueta de madera. A su lado, un hombre, varilla en mano, parecía ayudarle a andar, más que arrearla, para que continuase su camino.

—No me había engañado —murmuró la joven.

Se volvió hacia el interior de la casa y llamó con voz alegre:

—¡Madre! ¡Cándida! ¡Isabel! Por ahí viene el tío Santiaguico.

Se oyó un rumor de crujientes faldas almidonadas, y otras dos jóvenes llegaron al lado de Pura, con expresión contenta y curiosa.

El buhonero que llegaba tenía fama de llevar de cortijo en cortijo las mercancías más bellas, que cambiaba por recova.

La madre apareció detrás.

—Esto es una plaga. Estas gentes no nos dejan parar. Desde que se sabe que se casa Pura parece que se han dado cita aquí.

Los perros comenzaron a ladrar y fingir furiosos ataques en dirección del lugar por donde se aproximaban el hombre y la caballería.

La voz de Pura se elevó imponiéndoles silencio.

—«¡Zaida!» «¡Sola!» ¡Aquí!

Las dos perras se acercaron, mansas, a tiempo que llegaba el vendedor, al que su pequeña estatura valía la disminución de su nombre.

—¡A la paz de Dios! —dijo.

Y la madre respondió:

—¡Dios te guarde!

En seguida, Santiaguico se dirigió a la burra y comenzó a descargarla, no sólo de la arquilla, sino de los aparejos.

La hospitalidad del campo de Nijar exigía que el viajero se quedase a dormir en el lugar donde se le ponía el sol, ya que la distancia de cortijo a cortijo era siempre...

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