Cuando yo tenía doce años, creo que me importaba poco lo que había dejado atrás. El primer colegio o el segundo, me daba igual, me acordaba un poco de algunos amiguitos y a los cuatro días ya tenía nuevos. Con veinte recordaba un poquito a alguna ex-novia, pero poco, ya tendría más. Los años iban pasando al mismo ritmo que pasan ahora, uno detrás de otro y los recuerdos se fundamentan en el pasado (no puede ser de otra manera), pero lo que va marcando nuestras vidas es el eje donde nos encontramos: el ahora. Pero el ahora no existe, es un estado indeterminado que se encuentra entre el pasado (que conocemos perfectamente) y el futuro que esperamos. El futuro es lo venidero y sabemos que ese futuro tiene un final: puede ser por agotamiento del ciclo vital o de forma súbita (enfermedad o accidente). Los años se van sucediendo y cada vez somos más conscientes de que el final se acerca, lo súbito siempre está ahí, pero vamos viendo que físicamente estamos terminándonos. Se nos acaba el tiempo, es hora de cambiar matices en nuestras vidas: no vivimos sin ton ni son, tratamos de disfrutar cada momento, de vivir lo que nos queda y sabemos que cada vez es menos. Vamos dando importancia a lo que realmente la tiene, valoramos mucho más lo positivo pero no es que no nos acordemos de lo malo, es que si lo tenemos presente durante mucho tiempo, es tiempo de sufrir y los mecanismos de defensa no nos dejan, no quieren, no queremos, preferimos deleitarnos en los detalles bonitos de la vida pasada. Recordamos todo, pero sabemos que el tiempo se nos va acabando, y lo queremos vivir, es decir, disfrutar y eso sólo se hace con lo bueno, lo bonito o lo agradable.
Hay otro momento en el que esto nos puede pasar, sin tener que ver directamente con el ciclo vital, y es cuando atravesamos un momento malo, cuando quisieramos que fuera el final, para dejar de sufrir lo que en ese instante nos está pasando. Lo malo nos atormenta y hacemos la comparación de lo feliz que fue nuestra vida y el tormento que es ahora, por eso deseo el final.
Estamos hechos para disfrutar, para gozar y a diferencia de los animales, nuestra racionalidad nos lleva a saber, distinguir y elegir. Sabemos lo que en cada momento nos sucedió, distinguimos lo que, a nuestro juicio, fue bueno y malo, y nos quedamos con lo que nos gustó, así en el momento del recordatorio volvemos a tener esa vivencia de placer.
¿Pero esto seguirá siendo así cuanto más al final estemos? Ya veremos, yo quiero disfrutar de lo que recuerdo y de lo bueno que ahora tenga. Cuanto más mejor. Los demás ya se encargarán de joderme este ratito.
1 comentario:
hola
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