11 abril 2023

AGATHA CHRISTIE

         1890 - 1976. De origen inglés. Se dio a conocer en 1920 con “El misterioso caso de Styles”, escrito mientras trabajaba como enfermera durante la I Guerra Mundial. Es la novelista que más obras ha vendido, solo por detrás de Shakespeare y la Biblia. Es la más traducida, más de 103 idiomas.​ En 2013, su obra “El asesinato de Roger Ackroyd” fue elegida la mejor novela de crimen de todos los tiempos. Su mayor éxito teatral, “La ratonera” (1952), treinta años en cartel, (Teatro St. Martin de West End), 12.483 escenificaciones y vista por más de cinco millones de personas.

“Asesinato en el Orient Express” es uno de sus clásicos. Publicado por el Collins Crime Club el 1 de enero de 1934. Incorpora un elemento novedoso, el del asesinato cometido en una habitación cerrada por dentro. Magistral la tensión narrativa, manteniendo el interés desde la primera hasta la última página.

Fue nombrada Comendadora de la Orden del Imperio Británico en 1956, y Dama del Imperio Británico en 1971. Su mayor premio, su éxito.

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Capítulo 1

Un importante pasajero en el Taurus Express

Eran las cinco de una madrugada de invierno en Siria. Junto al andén de Alepo estaba detenido el tren que las guías de ferrocarriles designan con el nombre de Taurus Express. Estaba formado por un coche con cocina comedor, un coche cama y dos coches corrientes.

Junto al estribo del coche cama se encontraba un joven teniente francés, de resplandeciente uniforme, conversando con un hombrecillo embozado hasta las orejas, del que solo podían verse la punta de la nariz y las dos guías de un enhiesto bigote.

Hacía un frío intensísimo, y aquella misión de despedir a un distinguido forastero no era cosa de envidiar, pero el teniente Dubosc la cumplía como un valiente. No cesaban de salir de sus labios frases corteses en el más pulido francés. Y no es que estuviese completamente al corriente de los motivos del viaje de aquel personaje. Había habido rumores, naturalmente, como siempre los hay en tales casos. El humor del general —de su general— había ido empeorando. Y luego había llegado aquel belga, procedente de Inglaterra, al parecer. Durante una semana reinó una extraña actividad. Y luego sucedieron ciertas cosas. Un distinguido oficial se había suicidado, otro había dimitido; rostros ensombrecidos habían perdido repentinamente su expresión de ansiedad; ciertas precauciones militares habían cesado. Y el general —el general del propio teniente Dubosc— había parecido de pronto diez años más joven.

Dubosc se había enterado de parte de una conversación entre su jefe y el forastero.

—Nos ha salvado usted, mon cher —dijo el general, emocionado, temblándole al hablar el blanco bigote—. Ha salvado usted el honor del Ejército francés. ¡Ha evitado usted mucho derramamiento de sangre! ¿Cómo agradecerle el haber accedido a mi petición? El haber venido desde tan lejos...

A lo cual el forastero —por nombre monsieur Hércules Poirot— había contestado afectuosamente, incluyendo la frase: «¿Cómo olvidar que en cierta ocasión me salvó usted la vida?». Y entonces el general había replicado rechazando todo mérito por aquel pasado servicio, y tras mencionar nuevamente a Francia y Bélgica, y el honor y la gloria de tales países, se habían abrazado calurosamente, dando por terminada la conversación. En cuanto a lo ocurrido, el teniente Dubosc estaba todavía a oscuras, pero le habían comisionado para despedir a monsieur Poirot al pie del Taurus Express, y allí estaba cumpliéndolo con todo el celo y ardor propios de un joven oficial que tiene una prometedora carrera en perspectiva.

—Hoy es domingo —dijo el teniente—. Mañana, lunes, por la tarde, estará...

Ver la entrada "ESCRITORAS" del día 8 de marzo de 2023.


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